Autor: Walter Silva


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PSICOFÍSICA y PROPIOCEPCIÓN

 La ley psicofísica de Weber-Fechner en la reeducación de la distonía focal del músico

Psicofísica es un término acuñado por Fechner para describir el estudio interdisciplinar de cómo los humanos percibimos las magnitudes físicas.

La ley psicofísica de Weber-Fechner establece una relación cuantitativa entre la magnitud de un estímulo físico y cómo es percibido. Esto incluye los estímulos de todos los sentidos: vista, oído, gusto, olor y tacto, pero también deberíamos incluir a nuestro “sexto sentido”, el de la PROPIOCEPCIÓN. Así que me voy a centrar en este último y cómo esta ley psicofísica puede ayudarnos a agudizarlo.

En términos generales, la ley de Weber-Fechner establece que hay una proporción constante entre la magnitud de un estímulo y el cambio mínimo necesario que debe producirse en dicho estímulo para que una persona perciba una diferencia. Por ese motivo, se conoce a esta ley como la ley de la diferencia mínima perceptible.

En términos prácticos, esto significa que cuanto mayor es la magnitud o intensidad de un estímulo, mayor es el cambio necesario para notar la diferencia, o viceversa.

Es fácil de entender con un ejemplo. Si estamos sosteniendo en nuestra mano una masa de 100 gramos, tal vez no lo podamos distinguir de otro de 105 gramos, pero sí de uno de 110 gramos. En este caso, el umbral para discernir el cambio de masa es de 10 gramos. Pero en el caso de sostener una masa de 1000 gramos, 10 gramos no serán suficientes para que notemos la diferencia, al ser el umbral proporcional a la magnitud del estímulo. En su lugar, nos hará falta añadir 100 gramos para notar la diferencia.

Feldenkrais llegó a la conclusión de que el hecho de reducir el esfuerzo muscular mejora la agudeza de las sensaciones cinestésicas y permite al individuo diferenciar con precisión todo lo que hace y tomar una mayor consciencia del movimiento y de la acción. Dicho de otra forma, reducir la activación muscular contribuye a agudizar la propiocepción.

Yo, me he encargado de transferir este concepto a la reeducación de la distonía focal del músico con excelentes resultados.

 

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¿Por qué tengo retrocesos y altibajos durante mi proceso de recuperación?

Esta es una pregunta bastante habitual, que suelen hacerme muchas personas que están en este proceso de recuperación de la distonía focal del músico, incluidos alumnos y alumnas que se están recuperando conmigo.

Hace poco, releyendo uno de los magníficos libros de Feldenkrais, me topé con este párrafo que contesta, en parte, esta pregunta:

“Es preciso entender bien desde el principio que el proceso de aprendizaje es irregular, consiste en pasos y no carece de altibajos. Esto rige incluso para algo tan simple como aprender de memoria un poema. Un día una persona puede aprenderlo y al día siguiente no recordar nada. Pocos días después, sin haber vuelto a estudiarlo, tal vez compruebe de pronto que lo sabe perfectamente. Incluso si deja de pensar en ese poema durante meses, un breve repaso que se lo restituirá por completo. 

No debe desanimarnos, en consecuencia, comprobar que en algún momento hemos retrocedido al punto inicial; a medida que el aprendizaje continúa, esas regresiones se tornarán más raras, y más fácil, en cambio, retornar al nuevo estado.”

No debemos olvidarnos de que el reentrenamiento de nuestros movimientos, para recuperarnos de la distonía focal del músico, no deja de ser un reaprendizaje. No obstante, también existen otros factores condicionantes, como el factor emocional, para que haya veces que las cosas salen muy bien y otras menos bien.

Quisiera recalcar también la importancia de considerar los momentos en los que todo fluye con mayor facilidad, como una situación HABITUAL y los otros momentos en los que las cosas no salen tan bien, como una situación EXCEPCIONAL y NO AL REVÉS.

Pensar de esta manera, psicológicamente, tiene un impacto positivo muy grande y contribuye a fortalecer nuestra confianza, determinación y convicción de que estamos en el camino correcto y caminamos indefectiblemente hacia nuestra recuperación TOTAL.

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¿Presos de la mente o del tiempo?

¿Debería dejar de preguntarme cuánto tardaré en recuperarme?

 

Tal vez deberíamos preguntarnos si alguna vez hemos sido conscientes de los pensamientos tóxicos que nos han acompañado incansablemente durante largas horas de estudio. 

Esa vocecita que resuena en nuestro interior con falsas consignas e ideales erróneos va alimentando miedos y fantasmas de una voracidad insaciable, que pueden acabar dominando nuestra mente.

Miedo a fallar mientras tocamos, miedo a la crítica, al fracaso…

La mente y el tiempo son inseparables, digamos que la una no existe sin el otro.

Míralo de esta forma, para que nuestra mente pueda proyectar sus miedos necesita del tiempo.

El estado de miedo psicológico está divorciado de cualquier peligro real e inmediato.  Está relacionado con algo que podría ocurrir, no con algo que ya está ocurriendo.

Resulta evidente que no podemos afrontar algo que sólo es una proyección mental.

Por lo tanto, podemos concluir con que el tiempo es una ilusión, una abstracción, producto de nuestra experiencia subjetiva. En lugar de contentarnos con saborear El Ahora, ese instante fugaz y única prueba de nuestra existencia, nos empeñamos una y otra vez en proyectar nuestra mente en el “futuro”.

De esta manera, llegamos a ser presos de nuestra mente y del tiempo y vivimos creyendo que seremos felices sólo cuando alcancemos determinadas cosas, ya sean materiales, reconocimiento o éxito en nuestras carreras, etc.

Esa actitud, que nos sume en una insatisfacción constante y puede favorecer el desarrollo de este desorden del movimiento, conocido como distonía focal, es la misma que nos mantiene en la ilusión de que sólo seremos felices cuando superemos dicho desorden. 

¿Resulta paradójico, no?

Por ese motivo, siempre les digo a mis alumnas y alumnos que no podemos intentar salir de esta condición con la misma actitud que nos trajo hasta ella.

Debemos comenzar a construir movimiento consciente y eso requiere un elevado estado de presencia, o lo que es lo mismo, un elevado estado de CONSCIENCIA.

Para poder liberarnos de la mente, debemos liberarnos del tiempo y para ello, debemos comenzar a estar en El Ahora.

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¿Cuánto tiempo me llevará recuperarme de la DFM?

Esta es una pregunta que, todos los que hemos padecido distonía focal del músico o aquellos que aún la padecen, nos hemos hecho en algún momento.

Yo encontré la respuesta en esta parábola:

DOS DÍAS MÁS PARA LLEGAR AL MONTE WU-T’AI

Hace tiempo, en T’ang China, había un viejo monje que iba de peregrinación al Monte Wu-t’ai, la morada de Manjusri, el Bodhisattva de la Sabiduría. Anciano y débil, caminaba a lo largo del polvoriento sendero solo, pidiendo limosna por el camino. Tras largos meses, una mañana miró fijamente hacia arriba y vio la majestuosa montaña en la distancia. Al borde del camino, había una mujer mayor trabajando el campo. “Por favor dígame,” le preguntó, “¿cuánto más debo continuar hasta llegar al Monte Wu-t’ai?” La mujer simplemente le miró, profirió un sonido gutural y volvió a su azada. Él repitió la pregunta una segunda y una tercera vez, pero seguía sin haber respuesta.

Pensando que la mujer debía ser sorda, decidió adelantarse. Tras haber dado una docena de pasos, oyó a la mujer decirle, “Dos días más, le llevará dos días más.”

Algo molesto, el monje respondió, “Pensé que era sorda. ¿Por qué no me respondió a la pregunta antes?” La mujer respondió, “Usted hizo la pregunta mientras estaba parado de pie, Maestro. ¡Tenía que ver cómo de rápido era su paso, cómo de decidido su caminar!”

Con el camino hacia la recuperación de la DFM sucede algo parecido. La ayuda y la guía adecuada llega a nuestras manos, sólo cuando contamos con la determinación y la constancia para conseguirlo.

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La esclavitud del sonido nos hace “sordos del cuerpo”

Si te estuvieras quedando sordo, ¿cómo crees que afectaría esto en la práctica de tu instrumento?

¿La respuesta resulta bastante obvia, no?

Imprecisión en la afinación, ausencia de matices y dinámica, tendencia a tocar todo muy fuerte, escasez de recursos tímbricos y todo tipo de carencias derivadas de una pobre discriminación auditiva.

¿Y si te dijera que hay músicos que padecen de un tipo de  sordera que no es auditiva, qué dirías?

Desgraciadamente, los músicos nos volvemos esclavos del sonido y nos olvidamos de ese sexto sentido llamado propiocepción, que juega un rol fundamental en la ejecución de los movimientos tan precisos que realizamos con nuestras manos sobre el instrumento.

Las sensaciones internas, es decir la información que llega a nuestro cerebro procedente de nuestros músculos, tendones y ligamentos y constituye el sentido cinestésico, llamado propiocepción.

Esto sucede gracias a los innumerables sensores que tenemos en nuestros músculos, tendones y ligamentos.

Cuando estamos tocando, todo nuestro sistema nervioso está involucrado.

Básicamente, lo que ocurre es lo siguiente:

La corteza frontal es como el director de una orquesta y sus órdenes se transmiten a la corteza motora; posteriormente son coordinadas por centros subcorticales donde las posturas se ajustan, y finalmente pasan a la médula de donde surgen las neuronas motoras periféricas.

Todas estas acciones elementales son corregidas gracias a un flujo de información visual, auditivo y sensorial que permite el ajuste del tono muscular preciso.

Las vías sensoriales están vinculadas a la regulación de la función motora en todos los niveles del sistema nervioso. La mano, en particular, posee innumerables receptores sensoriales diseminados en la piel, tendones y articulaciones, que recopilan información del exterior y del interior del cuerpo.

Los exorreceptores son los sensores de la piel, es decir los del tacto y los propioceptores son los que describen la posición y el desplazamiento de cada segmento de la mano en el espacio y nos proporcionan la información necesaria para coordinar los movimientos que realizamos y para el conocimiento del grado de tensión muscular.

¿Qué sucede entonces cuando no escuchamos lo que sucede dentro de nuestro cuerpo como es debido?

Pues, que nos convertimos en “sordos propioceptivos”.

Cuando las percepciones internas son imprecisas y se escapan a nuestra consciencia los resultados musicales son peores y a pesar de su falta de efectividad nos aportan una falsa sensación de seguridad, de forma que nos acostumbramos a ellas y nos sentimos incómodos cuando se nos pide que las modifiquemos

Esto responde al fenómeno de habituación.

Este tipo de sordera consiste en un deficiente procesamiento sensorial, que nos lleva a emplear una fuerza y una energía mucho mayor de la necesaria para tocar nuestro instrumento.

Esto repercute negativamente en los resultados tanto técnicos como musicales y, con el tiempo, puede llevarnos a desarrollar diferentes tipos de lesiones, entre ellas, la DFM.

La distonía focal del músico nos mantiene en un loop de repetición del síntoma, que responde a un proceso de retroalimentación constante, relacionado con una propiocepción errónea.

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El coronavirus y la Distonía Focal del Músico, dos caras de la misma moneda

Esta situación de alarma que vivimos en todo el mundo ha generado una ola de miedo y preocupación por nuestra salud, así como por nuestra situación económica.

El confinamiento en nuestras casas, a su vez, nos deja solos frente a todos esos fantasmas y con mucho tiempo para pensar, lo cual puede contribuir a alimentar aún más esos miedos e incertidumbres y llevarnos a un estado de ansiedad que nos paralice por completo.

Digamos que mientras nuestros cuerpos están confinados en nuestras casas, nuestras mentes están viajando en el futuro intentando enfrentarse a algo incierto.

Podemos afrontar el ahora, pero no podemos afrontar una proyección mental.

Está bien tomar decisiones e iniciar ciertas acciones AHORA, que puedan afectar positivamente nuestro futuro, pero no podemos lidiar con lo que aún no ha ocurrido.

Con la distonía focal sucede algo parecido. Nuestra mente ruidosa nos ha acompañado durante largas horas de estudio minando nuestra cabeza con falsas consignas e ideales erróneos. Palabras grandilocuentes como éxito y fracaso han ido haciendo mella en nuestros pensamientos y casi sin darnos cuenta comenzamos a sentir pánico a fallar, a no gustar, a fracasar…

Poco a poco fuimos perdiendo la espontaneidad y la alegría del “HACER”, sin esperar nada a cambio. El placer del estar en el AHORA.

El proceso de recuperación de la DFM requiere especialmente un estado de presencia muy grande. Este estado profundo de AUTOCONSCIENCIA es el que consigue silenciar la mente ruidosa, el que destruye ese puente de ansiedad que te lleva a la incertidumbre, a esa proyección mental ilusoria que llamamos futuro.

Así que te animo a que saques provecho del tiempo que te ofrece la vida en este momento y lo emplees de una forma CONSCIENTE.

La AUTOCONSCIENCIA es la puerta que te conduce a la la recuperación y a la liberación.

Te garantizo que es una experiencia que merece la pena!

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El cerebro, como un lector de código de barras

Cuando comprendí que aquello que disparaba los síntomas de distonía focal en mi dedo, guardaba más relación con mi cerebro que con mi mano, comencé a investigar con el afán de entender, qué era exactamente lo que ocurría.

Nuestra actividad como músicos consiste en aprender y memorizar cada uno de esos micro movimientos que realizamos con nuestras manos, los cuales se traducen en eventos encargados de generar redes neuronales que se extienden a lo largo de muchas áreas del cerebro.

Cuando comencé a tener síntomas de distonía focal, todos esos patrones de arpegios, escalas y demás movimientos precisos y rápidos que estaban guardados en mi cerebro, de la noche a la mañana se vieron afectados por una anomalía que perturbaba la perfecta coordinación de los mismos.

Un día, ocurrió algo que me hizo reflexionar al respecto.

Era una mañana cualquiera y estaba en la caja de un supermercado, cuando la cajera se vio obligada a pasar varias veces por el lector de código de barras uno de los productos que había comprado. No había forma de que el scanner lo leyera.

Finalmente, tuvo que introducir manualmente los números que se encontraban debajo del propio código.

Mi intuición me llevó a pensar que los patrones de movimiento, registrados a modo de redes neuronales, que mi cerebro ya no conseguía leer de forma correcta, se asemejaban a ese código de barras corrupto. Por lo tanto, de nada servía seguir repitiendo una y otra vez aquellos movimientos, con la esperanza de que mi cerebro, algún día, consiguiera interpretarlos de forma correcta.

Las investigaciones han reportado una superposición o borrosidad en la organización del homúnculo, referente a la representación de los dígitos en la corteza motora y sensorial de músicos afectados por distonía focal. Esto significa que la correspondencia entre el estímulo de de cada uno de los dedos que ejecutan nuestro instrumento y su representación en el mapa de nuestro cerebro comienza a borrarse, con la consecuente pérdida de percepción y control motor.

Así que llegados a este punto, volvemos a la necesidad de realizar una acción semejante a la de la cajera del supermercado. Pero en este caso, ¿cómo lo hacemos?.

Pues, reescribiendo en nuestro cerebro, de forma extremadamente lenta, los patrones correctos.

De esta manera, a partir de la creación de nuevas redes neuronales, vamos reconstruyendo en nuestro cerebro ese mapa correcto, llamado Autoimagen.

El principal problema al que nos enfrentamos en el proceso de rehabilitación, es la frustración que genera la lentitud del proceso. Por ello, es importante entender claramente el funcionamiento del mismo y afrontarlo con la paciencia debida.

Los nuevos patrones de movimiento que debemos ir grabando en nuestro cerebro tienen unos grandes competidores, que son las redes neuronales preexistentes con unas sinapsis muy fuertes, por eso mismo es necesario realizar un trabajo fino, preciso y constante para obtener los resultados deseados.