Historia oculta de un guitarrista

Muchos músicos que sufren DFM (Distonía Focal del Músico) no lo hacen público, a veces por temor a quedarse sin trabajo, a veces por la falta de empatía de sus colegas, que los tachan de histéricos o carentes de una buena técnica y otras, simplemente, por vergüenza a mostrarse débiles.

Pienso que todos deberíamos escribir nuestra propia historia, porque el solo hecho de escribirla resulta absolutamente liberador.

Esta es mi historia:

Todo empezó en el año 1990, cuando cursaba mi último año de estudios superiores de guitarra en el Real Conservatorio Superior de Música de Madrid.
Recuerdo claramente que mientras estudiaba el Vals Nº 4 OP 8 de Agustín Barrios, plagado de arpegios y escalas a gran velocidad, comencé a notar que fallaba de forma inusual con el dedo índice de la mano derecha.

El dedo caía ligeramente por encima de la cuerda que debía pulsar. A los pocos días, por más atención que pusiera en mi dedo, el error se acentuaba más y más, a tal punto que en lugar de alcanzar la cuerda deseada, el dedo se curvaba hasta la cuerda que se hallaba justo por encima. Para entonces, no entendía nada de lo que me estaba ocurriendo. Empecé a ser presa de la desesperación y de repente todos los miedos y fantasmas inundaron mi cabeza.

Al cabo de una semana, el índice, una vez que actuaba, ya no retornaba con la misma velocidad que los demás dedos y pronto surgieron otros movimientos involuntarios.

Al mismo tiempo que el dedo índice se curvaba hacia dentro de la palma de la mano, el dedo medio se estiraba quedando completamente rígido. En pocos días, la posición de mi mano derecha había quedado completamente desfigurada.

Un intruso silencioso se había instalado en mi cuerpo y gobernaba mi mano contra mi voluntad.

El pánico se apoderó de mí y mi mente se nubló por completo.

Tardé en comprender que el estiramiento del dedo medio era el resultado de una compensación involuntaria en el afán de controlar el retorno del dedo índice, pero para entonces ya no había nada que pudiera hacer para poder tocar un simple arpegio.

Todos los sueños que albergaba, así como el enorme trabajo realizado durante años, en tan solo un mes, habían quedado hechos añicos.

Literalmente sentí que una maldición había caído sobre mi cabeza.

Tras una larga peregrinación de más de un año por la consulta de médicos, especialistas, acupuntores y todo tipo de terapias alternativas, tan solo conseguí que le pusieran nombre a lo que padecía. Se trataba, nada más y nada menos, que de una enfermedad incurable llamada Distonía Focal.

Durante ocho años me creí lo que me habían dicho, hasta que decidí, con muchísima determinación y paciencia, iniciar el camino hacia mi recuperación. Fue un trabajo de reeducación del movimiento de manera extremadamente lenta y consciente. En poco menos de seis años mi dedo índice volvía a funcionar perfectamente, pero al poco tiempo los síntomas aparecieron en el dedo anular. Entonces comprendí que en mi trabajo me había dejado algo importante en el camino: el origen del problema.

Aunque esta segunda vez contaba con la ventaja del trabajo realizado anteriormente, fue entonces, cuando comencé una investigación y experimentación profunda para disolver aquellos patrones que disparan los síntomas y que habitan agazapados en el ámbito emocional.

Por lo tanto, en esta ocasión abordé mi recuperación desde dos perspectivas diferentes y complementarias. Por un lado, la reeducación a través de la Propiocepción y el Movimiento Consciente y por otro, la “Limpieza Emocional”, basada en la creación de un estado profundo de presencia y observación consciente.

Poco a poco, los síntomas se fueron desvaneciendo. Lo que antes era difícil se fue tornando fácil y así, paulatinamente, los movimientos fueron recuperando su naturalidad y fluidez.

Hoy quiero compartir mi experiencia personal con aquellas personas que puedan estar sufriendo síntomas de DFM (Distonía Focal del Músico) y animarlas a que no desistan y pongan toda su conciencia al servicio de su recuperación.

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