Cuando comprendí que aquello que disparaba los síntomas de distonía focal en mi dedo, guardaba más relación con mi cerebro que con mi mano, comencé a investigar con el afán de entender, qué era exactamente lo que ocurría.
Nuestra actividad como músicos consiste en aprender y memorizar cada uno de esos micro movimientos que realizamos con nuestras manos, los cuales se traducen en eventos encargados de generar redes neuronales que se extienden a lo largo de muchas áreas del cerebro.
Cuando comencé a tener síntomas de distonía focal, todos esos patrones de arpegios, escalas y demás movimientos precisos y rápidos que estaban guardados en mi cerebro, de la noche a la mañana se vieron afectados por una anomalía que perturbaba la perfecta coordinación de los mismos.
Un día, ocurrió algo que me hizo reflexionar al respecto.
Era una mañana cualquiera y estaba en la caja de un supermercado, cuando la cajera se vio obligada a pasar varias veces por el lector de código de barras uno de los productos que había comprado. No había forma de que el scanner lo leyera.
Finalmente, tuvo que introducir manualmente los números que se encontraban debajo del propio código.
Mi intuición me llevó a pensar que los patrones de movimiento, registrados a modo de redes neuronales, que mi cerebro ya no conseguía leer de forma correcta, se asemejaban a ese código de barras corrupto. Por lo tanto, de nada servía seguir repitiendo una y otra vez aquellos movimientos, con la esperanza de que mi cerebro, algún día, consiguiera interpretarlos de forma correcta.
Las investigaciones han reportado una superposición o borrosidad en la organización del homúnculo, referente a la representación de los dígitos en la corteza motora y sensorial de músicos afectados por distonía focal. Esto significa que la correspondencia entre el estímulo de de cada uno de los dedos que ejecutan nuestro instrumento y su representación en el mapa de nuestro cerebro comienza a borrarse, con la consecuente pérdida de percepción y control motor.
Así que llegados a este punto, volvemos a la necesidad de realizar una acción semejante a la de la cajera del supermercado. Pero en este caso, ¿cómo lo hacemos?.
Pues, reescribiendo en nuestro cerebro, de forma extremadamente lenta, los patrones correctos.
De esta manera, a partir de la creación de nuevas redes neuronales, vamos reconstruyendo en nuestro cerebro ese mapa correcto, llamado Autoimagen.
El principal problema al que nos enfrentamos en el proceso de rehabilitación, es la frustración que genera la lentitud del proceso. Por ello, es importante entender claramente el funcionamiento del mismo y afrontarlo con la paciencia debida.
Los nuevos patrones de movimiento que debemos ir grabando en nuestro cerebro tienen unos grandes competidores, que son las redes neuronales preexistentes con unas sinapsis muy fuertes, por eso mismo es necesario realizar un trabajo fino, preciso y constante para obtener los resultados deseados.